lunes, 4 de marzo de 2013

Crisis



Puede que me esté acostumbrando
de una vez por todas,
o paso a paso,
a morir un poco en cada tregua.

Cuando uno no espera en los padres
que preparen la cena
de navidad.

Cuando las ganas
llevan la urgencia adosada
y desvisten el sueño en lonchas
exactamente iguales,

yo camino sin mirar atrás
hasta donde alcanzan mis ojos de anacoreta.

Estoy acercándome a la cima
de la pirámide
bañado por un sol de rebajas
con la sed pintada en la boca
que provocan los años
las caídas y la falta de aire
en el esternón,

una hidratación nunca resuelta
y esa cabeza como trofeo que me enmarca.





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