domingo, 14 de abril de 2013

Malos tiempos para la lírica



Tal vez dormir una noche larguísima
en el hotel que vadea la ciudad desde una altura grata de mercurio.

Los hombres disecados
guardan cola irregular.
La madre que pide comida a las puertas de un super
tiene una extraña dicción
pero no es un replicante.

El yang es un paraíso fiscal,
listas abiertas para un cálculo aproximado de 6 millones de individuos.

Gris es el color del cable,
toma de tierra en calles perdidas,
en las calles desiertas del centro a las 7:25

El metro escupe centauros en las ciudades de plomo
y no sabemos
si bajamos 
o subimos
escaleras de hielo que se desintegran
al paso y vuelven a crear un mundo a la medida
de nuestros hermanos del templo.

Resulta prudente
esconder los residuos
bajo el miedo subterráneo,
deshacer la mentira con la repetición y el silencio.

Es justo y necesario
que el camino sea liso y solo exista
la opción de mirar en las pantallas
esmalte blanco en las grietas de la loza.

Pero cuando el músculo crece,
tomar el mar y repartirlo
vertiginosamente trizar la roca
con las manos que han lavado sus llagas
con sal de océano.

Quizá escribir en la playa el verso necesario
que segundos después barrerá una ola.




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