lunes, 20 de octubre de 2014

Persistencia y cambio


Eras el sombrero a cuadros y también
una lluvia delgada de verano.

Con las copas rebosantes de vino bajo los soportales,
la era, a lo lejos, claudicando,
comenzaba a arder la colina en la que esquelas de luz indefinida
doraban la espalda almohada del felino celofán.


Entonces, eras la simiente del diamante
con tus brazos que acababan en manos,
surcos de indagación en cuerpos que no guardaban piel.

En fiestas de frontera, los pájaros más asequibles
nos pidieron pan como si no supieran,
en ciudades con esquinas de piedra y cielos de piedra
contemplamos como acontece el origen de ciertas cosas
a las que se ponen nombres convencionales.


Todas las veces, un fértil limo,
eras la guadaña ingrávida y desgarradora,
arrasadora de sueños, porque al soñarlos,
la altura de la pena era una señal intermitente.

Con los puños vacíos y el silencio amordazado
viniste hacia el detrás, el nosotros,
con una construcción precisa de bóvedas,
de hojas cayendo en arboles que se abrazan.


El campo miró atento una larga ristra de agua
contenida en la ternura más ancha del espacio y la noche.


Nosotros, que ya somos aquellos y venimos
del rayo constructor de puentes,
del profundo movimiento que erosiona las sentencias
y de toda la leche que navega por el túnel negro
de una galaxia,


nosotros llevamos el cambio
atado al segundo dedo
del pie derecho
como entonces pero más


ahora.




1 comentario:

María Socorro Luis dijo...


... "pero mas, ahora".

y acaso mas, mañana.

Ysiempreabrazo, poeta.