lunes, 10 de abril de 2017

En construcción




Los armazones imaginarios
serán firmes columnas redondas,
titanes espigados como los brazos
de los hombres de cemento y yedra.


Las sillas se agruparán por colores
y el acero mezclará su gris
con las bridas y el espasmo
del resto de materiales.


En el espacio de luz
por el que brincaba la grúa
se situarán estratégicos, los lavabos,
donde una mujer de 32 años
se lavará la cara después de llorar.


Con el tiempo y la espalda
cediendo turno a la rutina
una chica peruana con una mopa
impoluta entre los dedos
reconocerá sin saberlo aún
un rastro de apatía pegado al suelo
como un chicle en el recinto de la felicidad.


Sentados en el andén central,
los ojos perdidos en sus móviles,
no verán bajar la tarde ni la forma
tan bella de expandirse en bandadas
que tienen ciertos pájaros.


Se cansarán los espejos
de reflejar plantas de plástico.
Rellenarán formularios
muchachas con el pelo recogido
y el cuerpo extenso bajo una nube
de tela azul celeste made in Bangladesh.


Terminarán a tiempo, cumpliendo los plazos
previstos, listos para despliegue, días atrás
de la próxima campaña.


Y taparán con su estructura
un doble rectángulo en mi cielo.





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