martes, 30 de mayo de 2017

Treinta minutos




En la Biblioteca Pública
mi trabajo cinco días
cada semana
hay hombres extraños y malolientes
que perdieron el contacto
con su imagen
viejos prematuros
que predican el final


silencios con murmullo y zumbido
roces de papel
a la velocidad del último caracol
en la carrera de la lluvia
pantallas
que se miran en los ojos
que las reflejan


la luna que mengua
llegará a tiempo
para iluminar discreta
a los fantasmas
que pululan desconcertados
por la sección de Novela
(los poetas
son más de luna llena
y no acostumbran
a salir los martes)


desde la línea de ventanas
los árboles la luz
operarios descargando un camión
yo añado los pájaros
y borro el cemento

la luz del lunes
no es la misma luz
que la luz del viernes


regreso a casa
son treinta minutos
con la tarde ya lanzada
por la codicia del tiempo

contemplo los objetos
y me conmueve su afán
por permanecer
atentos al modo
en el que el azar lanza los dados


el cielo ahora
es un damero irregular
en azul y blanco
desplazándose
a la velocidad de la risa
me hace señales
que no entiendo


cruzo miradas
con el autobús línea 11
Rafalafena - Universidad
y me asombro al pensar
que la mujer de abrigo rojo
tiene mi misma edad


las calles están tendidas
sin cambios aparentes acaso
los charcos que dejó
la noche anterior
como restos
perecederos
que se llevará la intemperie


juego a elegir
mi menú ideal
de entre todas las pizarras
que se me ofrecen la paso

de 1° ensalada de fresas
queso de cabra y miel
de 2° meloso
arroz a banda
cerveza postre y café
(cortado descafeinado)


el sol de febrero es un regalo
llevo en la mochila
papel reciclado
y un lápiz negro HB
que robé en IKEA


pequeñas variaciones
de una misma repetición
lo que no pasa
entre esos intersticios
de tiempo
en los que pasa
la vida
o este intento
de poema.




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