jueves, 17 de agosto de 2017

Hey Lucinda





Hey Lucinda
la noche es ya una mancha amarilla y los taxis
están regresando al hangar.
 
Se escapa una delirante balada
por los alvéolos de la calle minada.
 
Los caimanes no vendrán
a reconocer tus lágrimas
y un cadáver dejará de vivir
cuando las notas del petit-piano
sean tan sólo una fiebre más en el labio
o una hoja caída en el verano
en la ciudad cuyo nombre es un acertijo.


Queda un tiempo suicida
inacabada Lucinda
un mínimo cielo con detalles
tras la escalera de incendios
y una nota a pie de vida
- penúltima página interior -
en la que alguien
tan desconocido como nosotros
entona los versos iniciales
de aquel blues que una vez
fue el centro sobre el que girabas.



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